Existen innumerables tratamientos, recursos, herramientas y terapias para hacer frente a la ansiedad. En este artículo repasaremos brevemente algunos de ellos (tratamientos ansiedad), como diversas técnicas de relajación, algunas terapias psicológicas y otras estrategias que pueden suponer un cierto cambio de hábitos.
Lo primero de todo es precisar, en la medida de lo posible, qué tipo de ansiedad padecemos o a qué situaciones responde. No es lo mismo un estrés puntual debido a una sobrecarga de trabajo, que la ansiedad derivada de una fobia, por ejemplo. Tampoco es igual la ansiedad que se dispara sin previo aviso durante los ataques de pánico, aun cuando las circunstancias de la persona sean tranquilas y favorables.
Índice
Ante todo, la ansiedad es necesaria
La ansiedad es una emoción y como tal, cumple una función adaptativa. Por esto, es normal experimentarla en muchos momentos de nuestra vida. Desde un punto de vista evolutivo, el miedo nos prepara para escapar o enfrentarnos a aquellos estímulos que nos provocan ansiedad, por suponer estos una amenaza potencial para nuestra supervivencia. En la naturaleza, el peligro más habitual al que podíamos estar expuestos era escapar de un depredador. Hoy día, en el medio social en el que vivimos y que hemos transformado tanto, los estímulos que nos producen ansiedad son muy numerosos y dispares.
El tipo de vida que llevamos en la actualidad demanda atender a infinidad de compromisos y estímulos que nos producen ansiedad. Aun cuando muchos de estos estímulos no son especialmente estresantes, es tal la cantidad a la que estamos sometidos, que su efecto termina resultando abrumador. Esto es lo que se conoce como estresores cotidianos, que son pequeñas demandas pero tan numerosas que nos van sobrecargando de estrés. Ejemplos de ello serian las prisas, los atascos, discusiones y conflictos personales, demandas en el día a día por parte de otras personas, atender compromisos, no cuidar el descanso o la alimentación, problemas de diversa naturaleza.
Por otro lado, los estresores vitales suponen focos de ansiedad más graves, por generar niveles mucho más elevados de ansiedad. Sufrir una ruptura, un accidente, un despido o ser diagnosticado con una enfermedad grave o crónica, pueden generarnos estados de ansiedad más severos.
Cuando la ansiedad no es útil ni necesaria
Otras veces, sin embargo, la ansiedad se convierte en patológica cuando es demasiado intensa en relación a los estímulos que nos la provocan, como sucede en las fobias. También cuando se presenta de forma sostenida a lo largo del tiempo, o no respondiendo a un problema o situación concretos, como sucede en el trastorno de ansiedad generalizada, con lo que deja de tener una utilidad para pasar a ser algo más bien incapacitante. Tampoco resultan útiles las crisis de angustia o los ataques de pánico que se presentan sin previo aviso, y sin que esté presente un estímulo definido que pueda explicar que sintamos ansiedad.
En resumidas cuentas, cuando la ansiedad se deriva de las circunstancias que estamos viviendo o de estar sometidos a situaciones estresantes, decimos que es más reactiva y sana. Por el contrario, cuando es desmedida en relación al momento presente, no responde a estímulos que justifiquen sentirla o es demasiado prolongada, la entendemos como más patológica
Vamos a ir enumerando algunos tratamientos para mitigar la ansiedad y otros que van dirigidos a evitar su ocurrencia.
Practicar relajación
Aunque pueda considerarse más bien un hábito, podemos entenderlo como un tratamiento frente a la ansiedad en toda regla. Realizar cualquier actividad que nos permita relajarnos, supone alcanzar un estado contrario e incompatible con la ansiedad.
La ansiedad produce una activación de la rama simpática del sistema nervioso autónomo, lo que deriva en una descarga de hormonas de estrés por el cuerpo. Esto a su vez explicaría, al menos en gran medida, las sensaciones desagradables asociadas a la ansiedad.
Las actividades que nos producen tranquilidad y relajación nos llevan, por el contrario, a activar la rama parasimpática. Esta tiene que ver con la conservación de la energía y el descanso. Ambas ramas son, por lo general, antagónicas, por lo que si una se activa, la otra de inhibe.
Realizar alguna técnica de relajación de forma puntual mientras estamos sometidos a ansiedad, puede ayudarnos a aliviar dicha emoción. Si además somos constantes e introducimos como un hábito practicar relajación diariamente, conseguiremos reducir niveles de activación y encontrarnos mejor en general.
Tenemos un buen número de técnicas de relajación propiamente dichas, como la relajación muscular o técnica de Jacobson, el entrenamiento autógeno o técnica de Schultz, la respiración diafragmática,… Distintos tipos de meditaciones para todos los gustos y practicas milenarias como el yoga y el tai-chi. También el mindfulness, que está muy extendido hoy en día y, aunque deriva de la meditación, podría entenderse además como una filosofía de vida.
Si además de relajarnos, programamos nuestra mente subconsciente con mensajes positivos a través de la meditación, la autohipnosis o los mantras, estaremos ayudando a nuestro cerebro a valorar las situaciones como menos estresantes en particular y a tomarnos las cosas con más positivismo en general.
Cambiar de hábitos
Más que un tratamiento, debería ser una condición previa e indispensable en aquellas personas que padecen ansiedad.
En este sentido, cuidar la alimentación, evitar el consumo de sustancias excitantes, dormir un número suficiente de horas y realizar algún tipo de actividad física con regularidad, son claves para poder disfrutar de salud y mantener los niveles de ansiedad a raya.
También incluiríamos aquí el cultivar relaciones sanas y rodearnos de personas que nos hagan sentir bien. Cuando nos vemos a menudo atrapados en relaciones tóxicas o nos relacionamos con personas que nos inhiben o que tratan de dominar, las relaciones se convierten a menudo en un foco de estrés, más que en una fuente de gratificación o de seguridad.
Tratamientos farmacológicos
Los fármacos con efectos ansiolíticos más empleados en el tratamiento de la ansiedad son las benzodiacepinas y los antidepresivos conocidos como ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina. Lógicamente, deben ser prescritos por un profesional de la salud debidamente cualificado y conviene realizar un seguimiento del tratamiento a lo largo del tiempo.
En el caso de las benzodiacepinas (alprazolam, diacepam, loracepam, etc.), su efecto es muy rápido y consiguen aliviar con efectividad los síntomas de ansiedad. El problema es que, a la larga, producen habituación (la misma dosis deja de ser tan efectiva con el tiempo), síndrome de abstinencia y un efecto rebote si se interrumpen de forma brusca después de haberlos tomado durante un tiempo.
La familia de antidepresivos inhibidores de la recaptación de serotonina (fluoxetina, paroxetina, escitalopram, etc.), tienen efectos ansiolíticos o reductores de la ansiedad. A diferencia de las benzodiacepinas, no producen los efectos secundarios negativos, si bien pueden presentarse algunas reacciones no deseadas en ciertos casos, sobre todo durante las primeras semanas. Este tipo de fármaco se administra normalmente durante periodos prolongados de tiempo para que resulte efectivo. Si bien las benzodiacepinas no resuelven las causas subyacentes de la ansiedad, los ISRS sí que pueden por el contrario operar cambios positivos a largo plazo.
Terapias psicológicas
Existen también numerosos enfoques y modelos en psicoterapia que pueden aplicarse para tratar la ansiedad.
La terapia cognitivo-conductual incluye recursos como la reestructuración cognitiva, desensibilización sistemática, relajación muscular y distintas técnicas de exposición en vivo y en imaginación para habituarnos a la ansiedad que nos producen las situaciones temidas.
Otros enfoques psicoterapéuticos van más allá y no sólo trabajan los síntomas de ansiedad, sino que ahondan en las causas emocionales que subyacen a la misma. Por ejemplo, es habitual que personas que han padecido traumas o situaciones de abuso en la infancia, experimenten de adultos crisis de angustia.
La técnica de EMDR es especialmente efectiva para superar los traumas ligados a la ansiedad que experimentamos en el presente.
La hipnosis regresiva también puede ser empleada con éxito para conectar y trabajar con recuerdos y experiencias que hayan podido dejar una huella a nivel emocional en la persona que padece ansiedad. Estas memorias emocionales conectan a menudo con la ansiedad, sobre todo cuando nos referimos a experiencias traumáticas, carencias o conflictos en la vida del sujeto.
Por Jorge A. Calzado Psicólogo especialista en trastornos de ansiedad Colegiado: M-20170 advitampsicologos.es